jueves, 7 de febrero de 2013

EVOLUCION DE LA AGROINDUSTRIA EN VENEZUELA





Evolución de la agroindustria en Venezuela

 En los países en vías de desarrollo la industria agroalimentaria juega un papel de gran
importancia en la actividad económica, siendo que en buen número de casos, esta constituye el
eje fundamental de la estructura económica. En  el caso de América Latina, su importancia se
evidencia, no sólo en el peso dentro del producto industrial sino también en el comercio exterior,
pues este sector, a pesar de mostrar uno de los más bajos índices de crecimiento sectorial en la
región en las últimas dos décadas, continua respondiendo por una fracción muy importante de
las exportaciones. 
Este, sin embargo, no es el caso de Venezuela. Ampliamente reconocido es que la actividad
petrolera modificó el carácter agrario de la economía venezolana, contrayendo significativamente
la importancia de este último renglón en la actividad de exportación (Mercado A, 2005). De
hecho en el año de 1970 mientras que agricultura, alimentos y bebidas daban cuenta del 47 % de
las exportaciones totales de América Latina, en Venezuela, estás apenas daban cuenta del 7 %
(CEPAL, 2004). 
Sin embargo, a pesar de la perdida de importancia relativa que experimentó la agricultura durante
gran parte del siglo XX, se fue desarrollando una industria agroalimentaria en la que algunas
ramas presentaban una importante modernización tecnológica, y con un peso importante en la
actividad económica. La estructura rentística dentro del modelo de sustitución de importaciones,
permitía la importación de grandes volúmenes de materias primas e insumos que hacían menos
dependiente a la industria agroalimentaria de la actividad agrícola, un comportamiento digamos,
anómalo pues, como se vio, estas actividades tienden a estar profundamente relacionadas,

A partir de 1983, a raíz de la primera devaluación importante en más de cincuenta años y la
aplicación del control de cambio, se comenzó  a cuestionar más asiduamente “el abandono del
campo” planteándose, una vez más, la necesidad de desarrollar el sector. Así a mediados de los
ochenta, se implantaron algunas políticas de estímulo, básicamente a través de generosos
subsidios con divisas preferenciales,  bajas tasas de interés (8,5 %) y control de precios. La
producción durante el período 1984 - 1988 se incrementó en todos los rubros, determinando una
disminución de las importaciones agrícolas de 50 %, entre 1982 y 1987, con importantes
disminuciones en rubros como el azúcar y el maíz (Mercado, 2005) 
Este período, que se dio a conocer oficialmente como el del milagro agrícola, amplió
significativamente la oferta interna de alimentos alcanzando el récord histórico de superficie bajo
siembra de 2.181.000 hectáreas en 1988 (Ibíd. ant.). Sin embargo, no disminuyo la dependencia
de la importación de insumos clave como semillas y maquinaria agrícola. 
Estos resultados se vieron totalmente empañados por gigantescos casos de corrupción que
envolvieron justamente la importación de estos bienes bajo el régimen de control de cambios de
esa época. La magnitud de los subsidios encubría la ineficiencia y la baja productividad. Por otra
parte, al no estimularse el desarrollo de capacidades técnicas en la producción de semillas y de
otros insumos fundamentales de mecanización agrícola, no se avanzó en la conformación de un
sector eficiente. Así, se estaba ante un sector que crecía en términos de producto más no en
términos de eficiencia y capacitación tecnológica. En otras palabras, crecía artificialmente.
Después de 1989, con la adopción  de los diferentes programas de ajuste macro-económico, se
eliminan los subsidios, buscando forzar al sector a “hacerse competitivo”. Sin embargo, el efecto
neto fue el progresivo desmantelamiento  del sector favoreciendo, paradójicamente, la
competencia de importaciones agrícolas fuertemente subsidiadas (Ibíd. ant.). Se registra una
contracción importante de la producción de muchos rubros volviéndose a la práctica sistemática
de la importación
A raíz de la implementación del programa de apertura económica en 1989, se abandona la
política de subsidios y disminuye la producción local de muchos rubros. El análisis del valor de la
producción entre 1997 y 2002 evidencia un crecimiento muy pequeño del sector, lo cual muestra
una situación de estancamiento, con diferencias importantes entre las ramas, que se agudiza en
los años siguientes producto de la crisis socio-política. 
Esta situación con algunos ligeros cambios, se mantiene hasta finales de la década de los noventa.
En el ámbito internacional se denunciaban las prácticas proteccionistas y de subsidios practicadas
por la Unión Europea y los Estados Unidos, justamente aquellos que habían obligado a los países
subdesarrollados a  eliminar dichas prácticas. En 1997, la agricultura vuelve al tapete de la
discusión nacional. Los productores agrarios desarrollan acciones tendientes a mostrar que
mientras los consumidores pagaban más caro los alimentos, el productor primario recibía 
proporcionalmente menos por sus bienes y el país se perjudicaba por la caída de la producción
interna, el aumento de las importaciones y la disminución del empleo rural (Gaviría, 1997).  Otra
de las consecuencias de la apertura que se manifestó en forma clara en la estructura de la
industria de alimentos, fue la creciente concentración de la producción en unas pocas grandes
empresas a través de múltiples fusiones y la absorción de medianas y pequeñas empresas con el
mejor potencial  por parte de empresas transnacionales. A pesar de todo,  las empresas pequeñas
que sobrevivieron se concentraron en cubrir mercados especializados y locales dedicándose a la
elaboración de alimentos, en muchos casos de manera casi artesanal.
Todos estos acontecimientos dieron pie para que los diferentes actores políticos de cara a las
elecciones de 1998, plantearan en sus programas  la necesidad de reestablecer la actividad
agrícola como prioridad. A partir de 1999 con la entrada del nuevo gobierno se adelantaron
acciones “políticas” en esta dirección, específicamente se formula y promulga la ley de Tierras y
se delinea la organización de pequeños productores en cooperativas. 
 El crecimiento promedio anual fue de 2.4% en los años ochenta y 2.5% de 1990 a 2002, inferior al crecimiento general que fue de 2,8 % (FAO, 2003)
No obstante, el crecimiento de la producción interna bajo la sustitución de importaciones estimuló el surgimiento de nuevos tipos de siembras y la modernización de la ganadería. Es significativo el crecimiento del cultivo de  cereales como el maíz, sorgo y arroz y el incremento en la actividad pesquera.


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